24.8.09

Acostumbrate.

Cuán ridículamente incrédulo vas a ser? Cuán fastidiosamente terco? El reloj se movió, hizo calor, hizo frío, hizo calor, el sol se puso y salió mas de ciento ochenta veces y vos todavía apretando los ojos para no ver y arrastrándote... como un gusano. 

Gusano torpe, vas a tener que acostumbrarte a las alas. Gusano estúpido, no sabés que genial es volar. Acostumbrate, a que ya nadie te diga gusano. Porque lo que el mundo ve y el espejo te dice es diez veces mejor. Es lo que sos, y acostumbrate.

Mariposa.

9.8.09

Domestícame.

-¿Quién eres tú? -preguntó el Principito-. ¡Qué bonito eres!
-Soy un zorro -dijo el zorro.
-Ven a jugar conmigo -le propuso el Principito-, ¡estoy tan triste!
-No puedo jugar contigo -dijo el zorro - no estoy domesticado.
-¡Ah, perdón! -dijo el Principito. Pero después de una breve reflexión, añadió:
-¿Qué significa "domesticar"?
-Es una cosa ya olvidada -dijo el zorro-, significa "crear vínculos... "
-¿Crear vínculos?
-Efectivamente. Verás -dijo el zorro-. Tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo...
Mi vida es muy monótona. Cazo gallinas y los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres son iguales; por consiguiente me aburro un poco. Si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Conoceré el rumor de unos pasos diferentes a todos los demás. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra; los tuyos me llamarán fuera de la madriguera como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá abajo los campos de trigo? Yo no como pan y por lo tanto el trigo es para mí algo inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada y eso me pone triste. ¡Pero tú tienes los cabellos dorados y será algo maravilloso cuando me domestiques! El trigo, que es dorado también, será un recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo.

El zorro se calló y miró un buen rato al principito:

-Por favor... domestícame -le dijo. 
-¿Qué debo hacer? -preguntó el Principito. 
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio un poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...

De esta manera el Principito domesticó al zorro . Y el zorro a cambio le regaló un secreto.

- He aquí mi secreto, que no puede ser más simple :sólo con el corazón se puede ver bien.
Lo esencial es invisible a los ojos.


 Antoine de Saint-Exupéry


El después.

El después es un viaje. 

Primero el aguacero. La lluvia torrencial; que se desata ante cualquier imagen, sonido, olor o palabra alusiva al sujeto; pegándo en todo momento, impidiéndo levantar la cabeza, destiñiendo y arruinando todo lo que encuentra a su paso. El es sujeto generador de dolor. 

Después el fuego. El mundo se invierte y todo lo que hacía llover ahora levanta una llamarada. Momento de autorreproches. Sujeto generador de indignación.

Pero dicen que al final, en el momento en que el diámetro de los orificios del colador alcanzan un máximo y queda retenido sólo lo más grande, el sujeto solo puede generar sonrisas; porque por suerte, siempre lo más grande es lo más lindo. Es al final cuando uno se da cuenta de que las suciedades resutaron ser pequeñeces, se filtraron y desaparecieron con la lluvia o el fuego. Consecuentemente, se produce la ubicación del sujeto en el lugar donde se quedará para siempre. Y el sujeto no es más sujeto. Es el desprendimiento. El fin del viaje.

La transformación de sujeto en recuerdo.

3.8.09

Acertijo.

Anoche, surfeando la web, me topé con un acertijo muy copado. Siempre que me encuentro con ese tipo de desafíos, no puedo evitar suspender todo lo que estoy haciendo para agarrar lápiz y papel y ponerme a pensar. Lo resolví. Hoy se me ocurrió planteárselo a mis amigos y conocidos, a modo de una propuesta divertida e interesante. Claramente, no todos son tan obse y fanáticos como quien escribe, por lo que obtuve respuestas muy diversas del público; desde los que lo agarraron con el mismo entusiasmo que yo y me amenazaron de muerte si les soplaba la solución, los que se resistieron un poco a pensar pero lograron hacerlo con alguna pista o estímulo, los que apenas pensaron y al ratito me reclamaban a gritos la respuesta,  los que rotundamente se negaron a pensar pero también inmediatamente  me reclamaban la respuesta, y , por último, los que rotundamente se negaron a pensar y no les importaba la respuesta (o sea los que me mandaron a cagar, básicamente). Finalmente, mi acertijo se terminó convirtiendo en un pseudoexperimento del cual solita se desprendía una reflexión. 

Todo esto me llevó a darle forma a un montón de ideas sobre la gente, que no entiendo del todo. El acertijo fue una pavada atómica que me recordó lo que hace bastante noto, y es la tendencia general a una gran resistencia al esfuerzo. Particularmente, al que implica usar las neuronas. Hoy por hoy, el común de la gente no piensa. No piensa cuando hace, no piensa cuando escucha, no piensa cuando lee, no piensa cuando ve. No filtra información. No discierne. No se involucra, incluso en cuestiones que tienen que ver con uno mismo. Termina siendo un receptor pasivo.

Personalmente, la falta de conocimiento me motiva, me moviliza. Pero lo común es totalmente lo contrario; que el esfuerzo para lograr algo hace que se decida abandonar sin siquiera intentarlo. A veces desistiendo de entrada, y otras luego de un previo tanteo de ver si se puede alcanzar el objetivo con un minimísimo esfuerzo que se convierte en nulo, cuando se cae en la cuenta de la magnitud de la dificultad (eso me vino a la cabeza cuando los menos obstinados respondieron rapidamente al acertijo, arriesgandose con las respuestas más obvias, imposibles por la misma razón). Todo queda reducido a enormes ganas de obtener un resultado, sin trabajar para lograrlo. El facilismo nos invade y nos inunda, trazando el camino a una pérdida del orgullo personal que no comprendo. ¿Que más gratificante que tirarse a gozar de un logro propio?

Se me ocurrió que puede ser desinterés.  Pero llegué a la conclusión de que en la mayoría de los casos es temor.  Tanto el temor al fracaso como a enfrentarse con la propia ingnorancia sin la certeza de ser capaces de salir de ella, produce parálisis. Pero cuando nos animamos a ser originales y no entrar en esta bolsa, viene lo bueno del caso. El premio.  Porque después de lograr vencerla, nos damos cuenta de que estamos varios pasos más adelante que nosotros mismos.

Y no hay mayor satisfacción.