20.12.09

Tres Árboles.


Después del mantecol y la sidra, los villancicos; a cargo de Tres Árboles (dos árboles y un jazmin (L)  ) y Un hombre con Sombrero, (o mejor dicho 4)... que LA ROCKEAN.


Doy fe. 

18.12.09

Persecusión y muerte.

Fue cuando corté el teléfono y fui para la cocina que la vi. Estaba ahi, protagonizando mi piso. Justo en el medio. Quieta. Magnificamente insignificante. Durante 7 u 8 minutos la congelé con la mirada, supongo que sabría que si se movia iba a ser lo último que haga. Pero lo que no sabía, era que si se movía yo iba a vomitar mi corazón mientras se me aflojaban todos los músculos. Dudo que tuviese noción de su poder sobre mi. 

Mamá, hay una araña GIGANTE en la cocina. No la puedo matar. No la quiero mirar pero no puedo dejar de mirarla. Necesito ver donde está. Necesito que no se mueva, porque si se mueve me infarto. Encima estoy en ojotas. Iria a matarla con los ojos cerrados, pero si erro ME MUERO. Si la veo moverse ME MUERO. Y si no la veo más y no se donde está ME MUERO.

Flor, matala. Con una zapatilla de papá, no se, ponete botas. Agarra el Raid. Quedate tranquila ... (...)

Mamá, bueno, ya; no hablemos más, porque si cuando corto la hijadepú no está más, te mato.

Bueno bueno Flor, andá y matala.

...

.....

Mamá, te mato.  No está más. No se donde está. No quiero tocar nada. No quiero caminar por el piso. Quien diseñó esa cocina de mierda llena de madera??? La estoy buscando con la linterna, pero no la quiero ver. No quiero que aparezca nunca más. Quiero ver el cadáver. Me duele la panza. No voy a dormir . Hoy no duermo. Me voy. No sé. Mamá decime algo! 

(...)

Todo terminó cuando después de un rato, ella reapareció súbitamente. Pero no sabía que se iba a topar con una Florencia más obstinada y decidida, con Raid en mano la que, al ritmo de un 'LACONCHADELALORAAAAAAAAAAA' en forma de grito sapucai, la corrió, la acorraló y la inmovilizó con el aerosol mágico hasta dejarla blanca.

Y ahi me quedé, mirándo el principio del fin de la ochopatense. Se hacía chiquitita y yo cada vez más grande. Sentí todo mi poder, me enorgullecí de mi valentía.

Pero inmediatamente después me vino un sabor amargo. Tenía 4 cm de diámetro y yo 170 cm de altura. Tenía 8 patas y yo 20 dedos. Claramente, corría con ventaja.

Cuando ya respiraba tranquila, cai en la cuenta de que por mi fobia a sus ocho patas y por estar en lugar y tiempo equivocado,  un ser vivo se había ganado una muerte lenta y dolorosa.  Y yo, jugando al testigo omnisciente, me regodeaba ante su agonía; incluso viendo que lo único que intentaba hacer era huir desesperadamente de mi, aunque sea lo último que haga. 

La vi retorcerse, la vi tambalearse. Hasta que en un momento, la vi rendirse. Ya no intentó levantarse más y empezó a disponer sus patitas de manera adecuada para entrar en un huequito del mueble del living, para que sea su lecho final. 

Noche de jueves, que debía haber sido de estudio. Mi madre a 600 km de mi casa y un ser de ocho patas, de movimientos escalofriantemente sincronizados me cambió todos los planes... y me hizo pensar un poco.

A pesar de todo y desde ese momento, todavía no puedo despegar los ojos del huequito del mueble. Que se quede donde está por favor.


Para siempre.