29.4.11

Pucha II.

Porque quiero saber quien espera con ansias mis sonrisas, quien es elnerd que no quiere que deje de sonreír  y quien es ese alguien que me manda un abrazo.

Señal de humo, paloma mensajera o botella que naufrague hasta mi ducha. Algo. 

Un mail, por ejemplo.

27.4.11

Claro, con razón.

Claromecó es el lugar en el que la sociedad de fomentos publica el balance de su gestión en internet y dice que plantó flores en la entrada y también es donde anuncian en la radio que el único cajero que hay en el pueblo ya fue arreglado y piden disculpas públicas (en nombre del cajero ¿?) por todas las tarjetas que se tragó y dicen que los damnificados ya pueden pasar a buscarlas por la dirección de turismo.

Con razón me copa.

24.4.11

Pucha.

Un día no muy especial salió la propuesta de hacer un viaje, aunque no estaba muy claro cual era el destino. A la primera dije que no, un poco porque me daba paja y otro poco porque no me motivaba ir a ningún lugar del universo (además nunca fui de subirme fácil al auto de un desconocido). Pero después, por lo que me hincharon las bolas empecé a ver algo prometedor y acepté. 
A pesar del comienzo desganado, el panorama fue cambiando en la ruta. Las cosas copadas que empecé a ver por la ventanilla y lo que me iban contando sobre a donde estábamos yendo, me fueron entusiasmando de a poco. Viajamos un montón. Me iban contando todo lo emocionante que faltaba por recorrer y después de un tiempo ya pasé de estar entusiasmada a querer llegar; veía las fotos de los paisajes que íbamos a ver y ya quería estar ahí.  Me acuerdo que en un momento me entredormí y no podía creer como había llegado a confiar así en alguien al volante, si al principio no me quería ni subir. Y así, con los ojos cerrados, sentía que íbamos super rápido y estaba todo joya.
Me desperté, me miré la mano y tenía un anillo, había hecho una promesa. El auto estaba estacionado al costado de la ruta. Nos bajamos y caminamos adentrándonos en un campo, bah, yo fui atrás y sin saber muy bien por qué ni a donde (pero para esta altura ya me gustaban las sorpresas). 
Me acuerdo del crunchi que hacían nuestros pasos pisando la escarcha en el pasto y el humito al exhalar, hacía un frío polar. Por suerte yo estaba bien abrigada, el auto estaba equipado con todo. Caminamos un rato en silencio y paramos en un lugar desde el que no se veía ni el auto ni la ruta.
Quien me llevó ya había estado ese lugar, lo odiaba y no quería volver nunca más.
Y fue ahí mismo que sin decir nada me robaron todo lo que tenía y lo que me había puesto en el viaje. Me dejaron desnuda en la inmensidad del campo helado. 


Antes de que me llegue la amargura me desperté definitivamente, pero en la inmensidad de mi cama.

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16.4.11

Definición.

Todo lo que conocía sobre el budín marmolado era el compendio de adjetivos con los que la gente lo describe. Hace mucho tiempo los agarró, se los imaginó, los ordenó, y con todos ellos armó su propia definición:

“El budín marmolado es una confitura dulce que el que la prueba, incluso con los ojos cerrados, se percata muy rápido de su textura suave y un sabor inconfundible que provoca dicha que dura para toda la vida. Así es como uno se da cuenta de que está ante la mayor exquisitez de la Tierra.”

Nunca lo había comido y deseaba hacerlo con todas sus fuerzas aunque sabía que no era tarea fácil porque son muy pocas las personas en este mundo que saben la receta.
Así anduvo por la vida, esperando el día en que aparezca una de esas, preguntándose como hace la gente para conseguir un budín o para conseguir un cocinero, imaginándose todos los adjetivos dando vueltas por su boca. Miró, buscó, esperó pero nadie parecía saber ni siquiera la lista de ingredientes
En su vida fue encontrando dulces, pero el cocinero no estaba por ninguna parte; así que se deshizo de la idea de que alguno de esos pueda ser un budín, porque sin cocinero no tenía sentido.



También aparecieron cocineros que le ofrecieron probar otros dulces y ella lo hizo con los ojos cerrados. Conquistada por el sabor, estuvo segura de que el momento ansiado había llegado; pero el tiempo se llevó la supuesta dicha que duraría toda la vida demostrando que no era budín lo que tenía en su boca.



Las ganas aumentaban. La espera se empezó a hacer larga y ella se empezó a desesperar. A donde iba la perseguía la idea de que nunca iba a experimentar el sabor, hundirse en el chocolate mezclado con la vainilla y sentirse plena.

Sintió que se iba a morir sin esa sensación, se sintió infeliz, se deprimió. Se sintió sin fuerzas de seguir buscando e incrédula de que exista un cocinero en el mundo que haga la receta para ella.

Los días siguieron pasando pero ella ya no buscaba, no creía. Se puso el pijama y se quedó adentro, lloró y se hundió en el miedo, un miedo que la convenció de ser indigna y fea.



Y un día aparecí yo con un budín marmolado.



Ella lo vio, se levantó, se rió y lloró de emoción. Me acuerdo de la luz que tenía en la cara, iluminaba toda la cocina. Y ahí nomás cerró los ojos y se lo devoró. Mientras lo masticaba, la luz era más intensa. Cerró los ojos y volvió a sonreír. Que sonrisa hermosa. Era budín y ella se estaba dando cuenta pero la que no entendía que pasaba era yo, por qué  tanto entusiasmo por algo tan simple, su historia con los budines la supe mucho después.


Pero de repente apareció una batería de preguntas terroríficas. Sintió que no podía distinguir si estaba feliz por budín real o porque la espera desesperada y las ganas que juntó durante tantos años estaban convirtiendo en budín marmolado un simple pedazo de torta y se atragantó.

Esperó comer budín toda la vida y cuando lo probó, aún consciente de que eso era todo lo que siempre quiso, los años de espera se le vinieron encima y la confusión la desilusionó otra vez.

Y acá estoy yo, con tantos budines que no se que hacer, sintiéndome solamente un poco de “experiencia previa” que la prepare para el día en que se convenza de que tiene en la boca un budín.

Y siento mucho dolor, porque no se dio cuenta de que esas preguntas eran irrelevantes, porque lo que en verdad importaba era la luz que iluminaba toda la cocina.


9.4.11

Stronger.

No niego que esta sea otra asquerosa evasión a las obligaciones (si, maldita facultad), pero además creo que es una buena razón para volver al blog.

Tarde de sábado de 2011, hace doce años y un mes una colegiala aterrizaba en el mundo de fama de la mano de su primer disco con su virginidad como estandarte. La verdad verdadera es que la pantalla chica la mostró cuando tenía 12 años cantando canciones de Disney, pero no fue hasta sus 16 que la conoció el mundo entero.
Hoy es un ícono de la década que terminó, la artista femenina con mayor número de certificaciones por las ventas de sus álbumes en EEUU y, aunque Wikipedia la presente como "cantante, bailarina, compositora, actriz, modelo y empresaria estadounidense" parece ser, como mucho, un reflejo del pasado, humo y hasta un antiejemplo.

Empezó bailando con uniforme de escuela y yendo de gira bajo el ala protectora de Felicia Culotta una (digamos) señora mayor amiga de la famlia Spears. En entrevistas era disco rayado hablando con toda la gomosidad del mundo del amor incalculable hacia mamucha, papucho, hermano mayor y hermanita menor (de hecho, le escribió un libro a su mamá, Heart to Heart) y de los sueños hechos realidad.
En esa época de virginidad sobrevaluada y acné, estuvo colgada en las paredes de mi cuarto. La seguía en MTV (en los diez más pedidos siempre peleaba la punta), grababa sus recitales en VHS y tenía los CD's originales. Claramente, era el ídolo teen que todo padre quería para su hijo.
Subió, vendió y ganó millones cantándole al amor y destilando inocencia y compuso la pareja de caras más lindas y limpias que "principeó" (el reinado era de Michael y la otra rubia veterana) el pop durante un tiempo.
Pero un día, mientras tocaba el cielo con las manos y después de haberse vestido de látex rojo y haberse hecho un piercing en el ombligo, empezó a decir que ya no era ninguna nenita aunque tampoco una mujer, le empezó a hinchar las pelotas la sobreprotección y gimió con el cuerpo aceitado. Ahí nomás se chuponeó con Madonna, mandó a cagar al príncipe azul ilusionando a su noviecito de la infancia para terminar agarrándose a Colin Farrell y quedarse en las garras de un rapero machote tatuado. Cuando abrimos los ojos estaba aspirando merca en fiestas bienudas.

Frase hecha pero cierta: Cuanto mas alto se llega, más dura es la caída y Britney cayó, la fama la empujó al vacío y los medios, los mismos que la pusieron en la cima del Everest, la llevaron en picada mucho más abajo que desde donde había empezado a subir.
Para ese momento ya la había descolgado de la pared y le perdí el rastro. Escuché que se casó borracha, tuvo un pibe, se rapó, se drogó, tuvo otro pibe, se siguió drogando, les pegó, afanó, engordó, obesó, violó la ley de varias maneras, se siguió drogando, perdió la tenencia de los pibes, todo entrando y saliendo de centros de rehabilitación y la vorágine no me deja ordenar los hechos cronológicamente.
Pero lo igual o más lamentable es que los mismos que una vez le habían hecho Photoshop en los granitos, la empezaron a poner en primera plana, rapada golpeando un auto con un paraguas o con las partes al aire y la mirada extraviada. Esos mismos comerciantes hicieron primer plano de sus flotadores y de la nariz con polvito blanco. Así fue vista, todos levantaron el dedo índice sobre su cabeza rapada y la condenaron a muerte.

Anoche fui a un bar y volví a ver a la rubia, con algunos kilos por encima de lo que el estándar de belleza permite para una figura pública, la sensualidad de Lilita Carrió y la misma pasión en el baile que la que pone cuando usa el bidet. Pero aun así, me regaló cuatro minutos de emoción porque la vi resurgir de entre la mierda cual Ave Fénix después de la gripe aviar.
Por eso me pasé por acá, porque desde esos cuatro minutos de anoche que tenía ganas de sobrevolar esta historia y decirle a Britney : yo te banco.

Sea humo, un reflejo o una sombra, hoy canta otra vez y en su último chicle cerebral predica una frase que se comprueba en los hechos y no es nada menos que una lección de vida : Keep on dancing till the world ends.