23.3.11

Once coincidencias.

    No viene nada mal en época de campaña electoral leer los 11 principios Goebbels (ministro de propaganda de Adolf Hitler en la Alemania nazi). Cualquier similitud con la realidad...es pura coincidencia?

    1. Prin­ci­pio de sim­pli­fi­ca­ción y del enemigo único. Adop­tar una única idea, un único Sím­bolo; Indi­vi­dua­li­zar al adver­sa­rio en un único enemigo.
    2. Prin­ci­pio del método de con­ta­gio. Reunir diver­sos adver­sa­rios en una sola cate­go­ría o indi­vi­duo; Los adver­sa­rios han de cons­ti­tuirse en suma individualizada.
    3. Prin­ci­pio de la trans­po­si­ción. Car­gar sobre el adver­sa­rio los pro­pios erro­res o defec­tos, res­pon­diendo el ata­que con el ata­que. “Si no pue­des negar las malas noti­cias, inventa otras que las distraigan”.
    4. Prin­ci­pio de la exa­ge­ra­ción y des­fi­gu­ra­ción. Con­ver­tir cual­quier anéc­dota, por pequeña que sea, en ame­naza grave.
    5. Prin­ci­pio de la vul­ga­ri­za­ción. “Toda pro­pa­ganda debe ser popu­lar, adap­tando su nivel al menos inte­li­gente de los indi­vi­duos a los que va diri­gida. Cuanto más grande sea la masa a con­ven­cer, más pequeño ha de ser el esfuerzo men­tal a rea­li­zar. La capa­ci­dad recep­tiva de las masas es limi­tada y su com­pren­sión escasa; ade­más, tie­nen gran faci­li­dad para olvidar”.
    6. Prin­ci­pio de orques­ta­ción. “La pro­pa­ganda debe limi­tarse a un número pequeño de ideas y repe­tir­las incan­sa­ble­mente, pre­sen­ta­das una y otra vez desde dife­ren­tes pers­pec­ti­vas pero siem­pre con­ver­giendo sobre el mismo con­cepto. Sin fisu­ras ni dudas”. De aquí viene tam­bién la famosa frase: “Si una men­tira se repite sufi­cien­te­mente, acaba por con­ver­tirse en verdad”.
    7. Prin­ci­pio de reno­va­ción. Hay que emi­tir cons­tan­te­mente infor­ma­cio­nes y argu­men­tos nue­vos a un ritmo tal que cuando el adver­sa­rio res­ponda el público esté ya intere­sado en otra cosa. Las res­pues­tas del adver­sa­rio nunca han de poder con­tra­rres­tar el nivel cre­ciente de acusaciones.
    8. Prin­ci­pio de la vero­si­mi­li­tud. Cons­truir argu­men­tos a par­tir de fuen­tes diver­sas, a tra­vés de los lla­ma­dos glo­bos son­das o de infor­ma­cio­nes fragmentarias.
    9. Prin­ci­pio de la silen­cia­ción. Aca­llar sobre las cues­tio­nes sobre las que no se tie­nen argu­men­tos y disi­mu­lar las noti­cias que favo­re­cen el adver­sa­rio, tam­bién con­tra­pro­gra­mando con la ayuda de medios de comu­ni­ca­ción afines.
    10. Prin­ci­pio de la trans­fu­sión. Por regla gene­ral la pro­pa­ganda opera siem­pre a par­tir de un sus­trato pre­exis­tente, ya sea una mito­lo­gía nacio­nal o un com­plejo de odios y pre­jui­cios tra­di­cio­na­les; se trata de difun­dir argu­men­tos que pue­dan arrai­gar en acti­tu­des primitivas.
    11. Prin­ci­pio de la una­ni­mi­dad. Lle­gar a con­ven­cer a mucha gente que se piensa “como todo el mundo”, creando impre­sión de unanimidad.

    11.3.11

    Incandescente.

    Cansada de ser forreada y ver forrear (todo repetidas veces), hoy dejé salir desde mis vísceras el vómito incandescente que me causaba la acidez estomacal.

    Acercándome a la parada de origen del 160 maniobraba con el morral para sacar de la billetera un Mitre. Llegué a la boletería: Cerrado - No se venden boletos. Lo pensé un segundo y no era un error, era redundancia: si está cerrado se entiende que no venden boletos, a menos que fuera de horario vendan cajas de Cepita. Pero la desgracia no fue el cartel, sino ver un gordo (pero gordo panza de vino, la de grasa abajo de los músculos) , morochón, en la puerta de la garita tomando una coca y fumándose un pucho, que resultaba ser el boletero. Acidez no, cólera me dio.

    El 160 estaba saliendo y yo fui amable: "Señor, disculpe, necesito viajar, no me podría vender el boleto por favor?"
    Él no: "No ves que esta cerrado nena??"
    Como es imposible hablar con adoquines, me fui a donde se supone que se arma la fila.
    Al ratito venía otro 160. Intenté ser amable otra vez: "Señor, aunque sea cambieme monedas si no puede venderme el boleto, necesito viajar"
    Sin sacarse el pucho de la boca escupió: "Me dejás de molestar?! A mi que me importa?! trae monedas!"

    Bueh, la bola de fuego empujabó hasta que la dejé salir.

    "La verdad es que no puedo creer como alguien puede tener la cara tan dura, son una especie tan particular todos ustedes! Yo siempre los subestimé, pensaba que eran unos boluditos medio sordos o que se hacen los sordos cuando alguien les canta las cuarenta porque todavía tienen un poco de pudor, pero la verdad es que tengo que reconocerles el mérito, la verdad es que son unos infelices forros de mierda que se esmeran cada día mas para mejorar. No me entra en la cabeza como te da la cara para ser manifiestamente sorete. Si pensás que tenes poder, sos un desgraciado y me das lástima..." (sic, si, soy aparato hasta puteando.)

    La cosa siguió un poco hasta que el fuego bajó y me volví a la fila. El boletero MUDO. Nunca tienen respuesta, la mugre no habla. Me volví a una fila en la que la chica que estaba primera me dijo que le había hecho lo mismo, que era un hijo de puta maldito y que acá a nadie le importa una mierda el otro. Ponele. La chica no escuchó el final de mi monólogo, que por ser muchas veces mas duro que todas sus puteadas, no lo incluí en el relato. Pero no deja de ser cierto.

    Me subí al 160 cuando el culón se dignó a volver a su silla de trabajo.